Un coche cabe en una maleta (y en un bolsillo)

11 de abril de 2009

Justo habíamos cumplido un año juntos. Y nunca me gustó. Era un Peugeot 206 color verdefeo. En la Semana Santa del año pasado llegó a mi como sustituto, como un "parche" de unos meses hasta que consiguiera venderlo para hacerme con otro. Al final me engañó y se quedó conmigo. Joder, qué feo era el cabrón. Pero a todo se le coge cariño, aunque sea a la fuerza; aunque sea sin darte cuenta. Sin embargo, como todo (o como todos) acabas echando de menos o poniéndote melancólico, y entonces llega esa maldita frase que sueles decir a tus exnovias cuando las has cagado: "no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes". Normal, digo yo, te das cuenta de lo que era tu rutina cuando empiezas una nueva.
Ya me he librado de él (¡al fin!) y encima no he perdido pasta. Con esto también me doy cuenta de cómo funciona el mundo: hay que ser... un poquito cabrón. En su día el moco verde lo compré por unos 2000 euritos. Un año después, vale 2100. Eso se llama negocio. ¿Para qué invertir en valores de los bancos con la que está cayendo si puedes hacer que tus ahorros crezcan mientras disfrutas de ellos? Lo dicho, siendo un poco cabrón. He aquí, sin darme cuenta, una razón para hacerle un guiño al feo. Pero él tiene su historia (y yo dentro de él muchas más, que quizá cuente en otro momento).
Antes de conocernos el feo vivía en Barcelona, donde al parecer le trataban no muy bien. Tenía el techo y el capó muy abombados, como con ondas, víctima probablemente de párquines de discoteca...
Así nos conocimos y empezamos nuestra relación. Como dice la canción de Sergio Makaroff "él me llevaba y me traía". No podía pedir más. Con el tiempo se fue llenando de mí: un disco por aquí, otro por allá; una toalla al maletero; algunos libritos descarriados; más discos; un gps; unas deportivas de repuesto... mi casa. Mi alter locuo. Se convirtió en MI rinconcito, el feo cabrón no se portaba tan mal. Y encima no consumía mucho. De este modo vivió conmigo hasta hace unos días.
Con motivo de un viaje que me llevará 6 meses fuera de casa tuve que empezar a revisar mis ahorros. De los más grandes estaban materializados en el feo, así que había que tranformarlos de modo que cupiesen en mi cuenta corriente. Es una fórmula fácil: hay que pasar de chapa con ruedas a billetes.
Manos a la obra.
Un día cualquiera, por la noche, quedé con un personajillo del barrio que suele darme "unas cosas"
que me despegan de la realidad. Es un tío que maneja pasta y gente y le dejé caer que si conocía a alguien que quisiera un coche que me avisara.
-Yo mismo- dijo.
Eso se llama meterla dentro a la primera. Uno de uno.
La cosa se quedó en un "ya lo hablamos".
Es muy incómodo hacer negocios con esta gente. Hay que estar pendiente, encima de ellos, recordárselo constantemente. Tienen demasiadas cosas en la cabeza y mucha gente que les llama al móvil. Sin embargo la operación siguió adelante y quedamos unos días después para ir a la gestoría y hacer la transacción.
El feo aún estaba lleno de mi por dentro y lleno de mierda por fuera. Tuve la amabilidad de pasarme por la gasolinera a lavarlo un poco. Antes de todo esto había bajado una maleta de deporte de mi casa para guardar las cosas que poco a poco había ido metiendo en él.
Un euro por usar la manguera de agua con jabón y otro para aclararlo. Fácil, rápido y barato. Luego la maleta: saqué todos los discos (unos 30), los libros, las multas de aparcamiento, la toalla, el gps... y todo dentro. La mancha del asiento trasero se la dejo de recuerdo.
Me pasé a buscar al futuro propietario y fuimos a hacer el papeleo.
Unas firmas y fuera. Está hecho. Ahora la pasta. El dinero. La guita. Como lo quieras llamar.
Y empieza: -20, 40, 60, 80, 100. Y otra vez, 20, 40, 60, 80... 100. ¡Joder! ¿No tenías billetes más pequeños? A saber cuántas familias ha destruido ese dinero. Pero no me quedaba otra que tragar. Así, contando, hasta 2100.
Toma me dijo, y me pasó el fajo de billetes.
Y al bolsillo interior de mi chaqueta.
Luego me acercó a casa. Me bajé, abrí el maletero y saqué la maleta. Cerré el portón, una despedida desde la ventanilla y ya está.
Salió rápido para pillar el semáforo verde mientras yo me quedaba en la acera
, con una maleta en una mano y un taco de billetes en el bolsillo, viendo cómo se iba el feo con el feo.
Es una buena despedida.
Y un buen comienzo.


Comments

One response to “Un coche cabe en una maleta (y en un bolsillo)”
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Isilion dijo...

anda k si lo lee kien yo me se... xDD

29 de abril de 2009, 1:40

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