¿MALOS TIEMPOS PARA LA CALIDAD LINGÜÍSTICA?

26 de abril de 2009


Firma invitada
Joaquín Müller-Thyssen, director general de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA)

Con la que está cayendo y —lo que es peor— con la que todavía está por caer, hablar del uso correcto del español, de la necesidad de defender nuestra lengua y de la calidad lingüística de los anuncios puede parecer un ejercicio tan fuera de lugar como discutir sobre el color más adecuado para los uniformes escolares de los niños de Slumdog Millionaire.

Y es que el ánimo del país parece que no es el mejor para hablar ahora de calidades lingüísticas. Las voces de alarma pueden sobre aquellas otras que hablan de esperanza y que ponen fecha al fin de esta crisis.

Nada invita a hablar de nada que no sea cómo salir del agujero. Nadie se escapa de este ambiente de pesimismo, y por eso me he preguntado si tiene sentido que la Fundéu BBVA se dedique ahora a abrir el debate de cómo mejorar el español de los mensajes publicitarios.

Pero la respuesta es clara: sí, sí que lo tiene. Este es el mejor momento para hablar a los publicitarios españoles de los beneficios del uso correcto del lenguaje porque en tiempos de crisis hay que afinar aún más el mensaje para poder cumplir con el principio taxativo de que cuanto más claro y preciso sea, mejor llegará al consumidor.

Creer, por tanto, que la corrección lingüística en la publicidad es una cuestión accesoria es, sin duda, un error.

Cuando recibes un mensaje de una importantísima compañía telefónica en tu móvil animándote a que mejores el saldo de otro móvil —en este caso el de tu hija—, y ves que tiene faltas de ortografía, es redundante y está mal puntuado, te preguntas quién habrá estado detrás de este «sms» comercial, que apenas entiendes y que te produce rechazo y ganas de todo menos de recargarle el móvil a quien así te lo pide.

Es evidente que esta «obra» comercial no es producto del ingenio, sino de la más absoluta dejadez por parte de quien la ha redactado, supervisado y autorizado. Una muestra de abandono que, más que un simpático «colegueo», supone una falta de respeto hacia el cliente.

Aceptar la norma lingüística, por tanto, no sólo no va en contra de la libertad de expresión del creativo, de su derecho a jugar con el lenguaje o de su ingenio para inventar palabras, sino que ayuda a cumplir con el objetivo último de la publicidad, que no es otro que lograr el mayor éxito comercial de un producto.

Las reglas del juego, en este caso el de la gramática española, están hechas para ser respetadas. Saltárselas es un recurso fácil que muestra más ignorancia que conocimiento del lenguaje, como el uso de extranjerismos innecesarios revela más un complejo de inferioridad que un grado de cosmopolitismo.

Las reglas no limitan; con el lenguaje se puede jugar y mucho: cabe inventarse nuevos términos (por qué no, si están bien construidos), cabe ajustar el lenguaje a los nuevos formatos tecnológicos, recurrir a signos nuevos o a otros ya olvidados; cabe todo, por muy atrevido que sea, siempre que revele conocimiento de la lengua e ingenio.

Los publicitarios o publicistas españoles —que las dos formas valen— tienen que cumplir con su función de llegar al consumidor, pero se tienen que convencer de que se llega mejor cuando más preciso sea el lenguaje que se use, pues existe una estrechísima relación entre la lengua y la estructura mental de quien la habla.

Creo que sería muy fácil demostrar cómo toda agresión al lenguaje encuentra en el receptor del mensaje más rechazo que identificación.

Sin olvidar la responsabilidad que tiene el mundo de la publicidad en el desarrollo de la lengua, conviene recordar a los actores de esta potente industria que al igual que sucede con las personas, la categoría de la publicidad se reconoce por su lenguaje.

Que afinen los creativos, que afinen bien en sus mensajes, que parafraseando a san Ignacio «en tiempos de crisis, no conviene mudar la palabra».



ESTE ARTÍCULO SE PUBLICÓ EN
InfoAdex informa, n.º 36 (España)


Nace 'la información.com', una nueva apuesta de medio digital

24 de abril de 2009

Es una realidad que el nuevo periodismo tiene un canal que se llama Internet. Adiós al papel. Nos guste o no.

El problema ha estado en que los medios que se subían a la red no sabían muy bien cuál era la fórmula que debían seguir para ofrecer algo nuevo, diferente. En la mayoría de los casos, los periódicos digitales no son más que volcados de los impresos a los que se añade una carátula (interfaz) que ofrece nuevas herramientas: video, comentarios, blogs de los periodistas, etc.

La búsqueda ansiada de esa fórmula maravillosa que permita hacer algo distinto, de utilidad y que encima se consolide como líder de audiencias es la pesadilla de los directores de los grandes grupos de comunicación.

Este panorama de búsqueda de soluciones, de nuevas formas de periodismo y de nuevos lenguajes ha motivado a un grupo de ex directivos del grupo Recoletos que, tras diez meses de trabajo y una inversión de 40 millones de euros, han lanzado lainformación.com.



La información.com pretende configurarse como el medio generalista digital, "independiente, innovador y de calidad" de más importancia en habla hispana.

"Uno de los más importantes objetivos de lainformacion.com es hacer un medio abierto a todos donde, con el tiempo, el usuario sea el verdadero protagonista."

La fórmula que han desarrollado en la información.com tiene la forma de un triángulo: por un lado las informaciones que producen los periodistas (que ellos sitúan en la cúspide); por otro, las que envíen los usuarios; y lo nuevo, la incorporación de 'bots' que rastrean la web en busca de noticias y que luego aparecen en la página (esto último nada más lejos de lo que hace Google news).

Es muy interesante la defición que hacen ellos mismos como "hipermedio" (también es buen márquetin), ya que se trata de un "monitor semántico de información a tiempo real". De este modo se consigue hacer una guía de destinos para llegar a las informaciones.

Esto se logra con los mencionados 'bots' capaces de rastrear en tiempo real más de 1.800 fuentes en español para localizar, catalogar y ordenar las noticias a medida que se vayan generando.

Sus objetivos "son dos, cubrir el mayor ámbito informativo posible y ofrecer la mejor información en el menor tiempo".

Por lo tanto, lainformación.com es un medio que no tiene portada, sino multitud de ellas a través de la monitorización de noticias.

El proyecto está en fase de pruebas, pero ya se puede consultar para irnos familiarizando con él.

Suerte. A mí, me gusta. Es solo una opinión.

Los resfriados y la alergia no son serios

13 de abril de 2009

CASO A
— ¡Aaaaaaaachússsssss!
— ¡Salud!
— Gracias —dices mientras te repones del estornudo, con esa cara de imbécil arrugado que se te queda, al tiempo que te pasas la mano por la nariz.
— Qué, ¿acatarrado o alergia?
— Pues creo que ambas. Llevo con la alergia casi desde enero, pero con estos cambios de temperatura creo que me ha alcanzado un buen resfriado.
— Uf, ya ves. Está todo el mundo igual...
— Creo que voy a pedir unos días de baja. Me vendría bien un poco de reposo.
— Bromeas ¿no? ¡Tú y tu sentido del humor! Venga, cuídate eso. Nos vemos.
Pero tú no puedes contestar más que con un pequeño movimiento de cabeza, porque aún no se te ha quitado esa estúpida cara y sigues intentando que no se te caiga el moquillo de la nariz pensando por qué no le compraste el paquete de pañuelos al del semáforo.
Y se cierran las puertas del ascensor.

CASO B
— ¿A qué piso vas?
— Al primero
— Estamos vagos los lunes, ¿eh?
— Pues sí, un poco, pero la verdad es que tengo la rodilla...— vas diciendo mientras te subes ligeramente el pantalón dejando ver la antierótica imagen del zapato-calcetínazuloscuro-piernablancaconpelos. —Mira, hinchada es poco....
— Pues deberías ir al médico cuanto antes. Eso puede ser cualquier cosa: el menisco, la rótula, un desplazamiento óseo, el ligamento...
Todo esto te lo va diciendo con una extrema cara de preocupación. Gesticula mucho, y ahora es él quien se toca la rodilla. Tú ya te has bajado el pantalón de nuevo y te apoyas en la pared del ascensor escuchando a tu compañero de trabajo que al parecer tiene un segundo empleo como doctor. Y tú sin saberlo durante todos estos años.
— Sería bueno que hicieras estiramientos. También ayuda la natación. No cargues peso y si tienes muletas, anda unos días con su ayuda. Pero, sobre todo, no lo dejes pasar. Yo conozco a un tipo que empezó como tú: un poco de dolor al principio, luego más y más hasta que las molestias se hicieron insoportables. Al final... ¡COJO! Para toda la vida. Por no darle importancia. Así que ya sabes, amigo. Suerte, nos vemos luego.
Y sale del ascensor. Tú te quedas acojonado. Nunca pensaste que un pequeño dolor de rodilla por un golpe tonto fuese tan importante y preocupante a la vez. Seguro que no pegas palo al agua en todo el día, y de ahí a pedir la baja, claro, justificadísima.

CONCLUSIÓN

Si estás jodido por la alergia, que cada año empieza inexplicablemente más pronto (aunque no haya ni una flor en los árboles), o si los inclementes cambios del tiempo han hecho que te pilles un resfriado para quedarte en casa con la mantita, no lo digas. A la gente le da igual. Eso, no está de moda. No da tema de conversación. Cuando te quejes nadie le dará la importancia que se merecen estas malditas patologías.
Pero es normal. Y es que a quién le interesa que estornudes, que te pique la garganta, que hables como un payaso, con todos los que somos, o que no tengas un klínex cuando lo necesitas.
Todo eso da lo mismo. Somos muchos los que en estas fechas vivimos con estos síntomas, que no están muy localizados, que varían según el día y que no son atractivos. Así que, amigos, ánimo a todos y no olvidéis comprar pañuelos a ese hombre del semáforo que, seguramente, esté peor que tú.

Un coche cabe en una maleta (y en un bolsillo)

11 de abril de 2009

Justo habíamos cumplido un año juntos. Y nunca me gustó. Era un Peugeot 206 color verdefeo. En la Semana Santa del año pasado llegó a mi como sustituto, como un "parche" de unos meses hasta que consiguiera venderlo para hacerme con otro. Al final me engañó y se quedó conmigo. Joder, qué feo era el cabrón. Pero a todo se le coge cariño, aunque sea a la fuerza; aunque sea sin darte cuenta. Sin embargo, como todo (o como todos) acabas echando de menos o poniéndote melancólico, y entonces llega esa maldita frase que sueles decir a tus exnovias cuando las has cagado: "no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes". Normal, digo yo, te das cuenta de lo que era tu rutina cuando empiezas una nueva.
Ya me he librado de él (¡al fin!) y encima no he perdido pasta. Con esto también me doy cuenta de cómo funciona el mundo: hay que ser... un poquito cabrón. En su día el moco verde lo compré por unos 2000 euritos. Un año después, vale 2100. Eso se llama negocio. ¿Para qué invertir en valores de los bancos con la que está cayendo si puedes hacer que tus ahorros crezcan mientras disfrutas de ellos? Lo dicho, siendo un poco cabrón. He aquí, sin darme cuenta, una razón para hacerle un guiño al feo. Pero él tiene su historia (y yo dentro de él muchas más, que quizá cuente en otro momento).
Antes de conocernos el feo vivía en Barcelona, donde al parecer le trataban no muy bien. Tenía el techo y el capó muy abombados, como con ondas, víctima probablemente de párquines de discoteca...
Así nos conocimos y empezamos nuestra relación. Como dice la canción de Sergio Makaroff "él me llevaba y me traía". No podía pedir más. Con el tiempo se fue llenando de mí: un disco por aquí, otro por allá; una toalla al maletero; algunos libritos descarriados; más discos; un gps; unas deportivas de repuesto... mi casa. Mi alter locuo. Se convirtió en MI rinconcito, el feo cabrón no se portaba tan mal. Y encima no consumía mucho. De este modo vivió conmigo hasta hace unos días.
Con motivo de un viaje que me llevará 6 meses fuera de casa tuve que empezar a revisar mis ahorros. De los más grandes estaban materializados en el feo, así que había que tranformarlos de modo que cupiesen en mi cuenta corriente. Es una fórmula fácil: hay que pasar de chapa con ruedas a billetes.
Manos a la obra.
Un día cualquiera, por la noche, quedé con un personajillo del barrio que suele darme "unas cosas"
que me despegan de la realidad. Es un tío que maneja pasta y gente y le dejé caer que si conocía a alguien que quisiera un coche que me avisara.
-Yo mismo- dijo.
Eso se llama meterla dentro a la primera. Uno de uno.
La cosa se quedó en un "ya lo hablamos".
Es muy incómodo hacer negocios con esta gente. Hay que estar pendiente, encima de ellos, recordárselo constantemente. Tienen demasiadas cosas en la cabeza y mucha gente que les llama al móvil. Sin embargo la operación siguió adelante y quedamos unos días después para ir a la gestoría y hacer la transacción.
El feo aún estaba lleno de mi por dentro y lleno de mierda por fuera. Tuve la amabilidad de pasarme por la gasolinera a lavarlo un poco. Antes de todo esto había bajado una maleta de deporte de mi casa para guardar las cosas que poco a poco había ido metiendo en él.
Un euro por usar la manguera de agua con jabón y otro para aclararlo. Fácil, rápido y barato. Luego la maleta: saqué todos los discos (unos 30), los libros, las multas de aparcamiento, la toalla, el gps... y todo dentro. La mancha del asiento trasero se la dejo de recuerdo.
Me pasé a buscar al futuro propietario y fuimos a hacer el papeleo.
Unas firmas y fuera. Está hecho. Ahora la pasta. El dinero. La guita. Como lo quieras llamar.
Y empieza: -20, 40, 60, 80, 100. Y otra vez, 20, 40, 60, 80... 100. ¡Joder! ¿No tenías billetes más pequeños? A saber cuántas familias ha destruido ese dinero. Pero no me quedaba otra que tragar. Así, contando, hasta 2100.
Toma me dijo, y me pasó el fajo de billetes.
Y al bolsillo interior de mi chaqueta.
Luego me acercó a casa. Me bajé, abrí el maletero y saqué la maleta. Cerré el portón, una despedida desde la ventanilla y ya está.
Salió rápido para pillar el semáforo verde mientras yo me quedaba en la acera
, con una maleta en una mano y un taco de billetes en el bolsillo, viendo cómo se iba el feo con el feo.
Es una buena despedida.
Y un buen comienzo.